No naciste con la verde y blanca pero la adoptaste de grande.
Eras Pelusa y de repente te convertiste en el Emperador. Llegaste para soñar
nuestro sueño y también para convencernos de que siempre se puede estar un poco
mejor. Se puede salir de la mediocridad, se puede jugar Copas Internacionales,
se puede alcanzar un Campeonato, se puede dar la vuelta en la cancha de Boca,
se puede llorar, se pude reir, se puede gozar. Tu huella quedó marcada y quedará
para siempre en los corazones Banfileños.
Me enteré por la prensa que ya no estarás en ese banco de
suplentes que te albergó tantas veces. No merecías tener un final de esta
manera, porque sos un grande. Algunos de los que te corren ya tenían a tus
sucesores hace tiempo. Nunca te quisieron pero les serviste. Los buenos recuerdos
no se borran fácilmente y eso a muchos les duele. Perdonalos, ya se darán
cuenta.
Los que pagamos la cuota todos los meses, los que nos mojamos
tantas veces solo por la camiseta, los que no tenemos plumas amigas que nos escriban
a favor, los que nos bancamos el sol de la Mouriño y los que estamos lejos de
las cámaras, te aplaudimos hasta el último segundo. Somos los mismos que te
vimos en cuero en una cancha, los que sabíamos que escondías un cigarrillo entre
los dedos, los que te inmortalizamos en una pintada, los que vemos tu cara flamear en
tantas banderas y los que te escuchamos a través del megáfono. A todos nos
hiciste levantar esa gloriosa copa. Esos te queremos de verdad y por suerte
somos mayoría.
Tenés nuevos desafíos y una pelea mucho más importante por
ganar. Ese es el torneo más transcendental que te toca jugar ahora, pero como
ya tenés una larga experiencia, seguramente lo vas a lograr. Gracias por todo
Julio y mucha fuerza. Quisiera escribir un poco más, pero las lágrimas me lo
impiden.