Una vez Mirtha Legrand le preguntó en su programa de los mediodías “¿Por qué sos un hombre tan reservado, me dijeron que vas mucho a Recoleta?” y él respondió. “Reservado si, pero no de Recoleta. Yo soy de Banfield, que queda en Zamora´s Hills” con su clásico humor que le servía para responder con ironía las cosas que no le gustaban.
Ese fue Sandro, el de América, el de Banfield. El vecino ilustre que nos infló el pecho con su querida presencia. Un artista integral: Cantante, guitarrista, compositor, actor. Un verdadero showman capaz de derretir a la platea femenina y de levantar idolatría de la masculina. Después de mucho pelearla con una enfermedad que él y su tozudez supieron ganarse, nos dejó el pasado enero, no sin pelearla como nadie, como un Gitano apasionado pude hacerlo.
Sandro nació el 19 de agosto del agitado 1945 en la Ciudad de Buenos Aires, y pasó toda su infancia en el barrio de Valentín Alsina. Pero ya consagrado en los ´80 adquirió la casona de Beruti al 200 en nuestro barrio. Luego de varias modificaciones, se instaló allí en 1985.
Tal como le respondió a la Legrand, Sandro llevó una vida reservada en lo personal, y exitosa en lo público que supo disociar muy bien. Hablar aquí de sus rosarios seria un absurdo, todos conocemos su carrera que inicia como uno de los fundadores del Rock Argentino, bajo la inspiración en su ídolo Elvis Presley, salvando diferencias, porque Elvis no componía canciones y además estoy seguro que si Elvis lo hubiese conocido a Sandro, habría querido ser como él. Seria trillado decir que su banda era Los de Fuego, que grabo 52 discos y que filmó 15 películas. Aquí lo recordamos como un banfileño, humano, sencillo, de barrio.
Llevó una agitada vida profesional hasta que su salud se lo permitió, a principios de los ´90. Mas allá de esa leyenda urbana de que decía que vivía encerrado en su mansión, Sandro fue un tipo de mundo, de viajar mucho por Europa y uno de sus países favoritos: Australia. También se escapaba a Córdoba, San Luis y Mendoza a descansar. Además, fue un vecino de puertas abiertas: conocía a sus pares del barrio y los invitaba frecuentemente a pasar tardes en su casa, en ricas meriendas de charlas sobre el barrio.
Así como una vez escribí sobre Garrafa y dije que no se lo podía nombrar con su nombre de pila y apellido, porque con ellos habría un millón de hombres que se llamen igual, con Sandro pasa lo mismo. Él es Sandro, el de América, el de Banfield, el único. El que nos dejo un legado interminable de canciones, frases, y lecciones de vida (como “puedo perder la vida, pero la vida no me la pierdo”) el que dijo como debíamos recordarlo en “Una muchacha y una guitarra”.
Sandro fue también el que vio aquel glorioso 13 de diciembre el partido de nuestro Taladro y se alegro por su corona. Porque él vio Campeón a Banfield, pero nosotros también somos dichosos de haberlo visto a Sandro, un Campeón de la vida.
“No quiero que me lloren cuando me vaya a la eternidad,
quiero que me recuerden como a la misma felicidad;
pues yo estaré en el aire, entre las piedras y el palmar;
estaré entre la arena y sobre el viento que agita el mar”.
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Así comenzamos la segunda temporada de MOEV, la 2010. Con la infaltable nota al vecino que se nos fue durante nuestro receso. Este 2010 llega con mas cosas para Mi otoño es verde, continúa la columna de Martin Liberatore en Artes Plásticas, y se suma la de Leonardo Lambardi en Música. Tendremos una nota semanal ademas de la clásica agenda de fin de semana. Pero esto no es todo, tenemos previstos algunos encuentros banfileños para los próximos meses. Estamos en contacto.