¿Calentaste la pava para el mate? Dale, apurate, porque nos vamos para El Buenos Aires. ¿Todavía no? Está bien, dale, andá haciéndolo. Mientras tanto nos hacemos un tiempo y recorremos otra región folklórica. Así es, antes de irnos para la Pampa Húmeda, nos vamos para la región Cuyana, para tomarnos un exquisito vino y escuchar sus Tonadas. Esta es la expresión popular más importante de la región, aunque no posee una danza que le haga una coreografía como si sucedía con las Chacareras o los Gatos por ejemplo. Usualmente escritas en tonalidades mayores con algunas modulaciones a los tonos menores, siempre se han prestado a la libre interpretación de los músicos. Al final de las Tonadas hay una sección denominada Congollo, en donde el cantor dedica el canto a alguien del público, al modificar la rima de la letra y hacerla coincidir con el nombre de la persona elegida. La tradición indica que esa persona debe responder con un vaso de vino para el músico en forma agradecimiento. Los cuyanos poseen también sus propias danzas, como por ejemplo una variante de la Cueca Norteña, denominada obviamente Cueca Cuyana, o el ya citado Gato Cuyano, tradicionalmente instrumental aunque con el tiempo fue sumándole una voz.
Una de las regiones de nuestro país con un folklore bastante peculiar y de características diferentes a las del resto del país, es la zona del Litoral. La historia indica que al elemento aborigen principalmente Guaraní, se le sumo el elemento español de la conquista, la corriente inmigratoria italiana que alcanzó a todo el país a finales del siglo XIX, pero también un importante elemento inmigratorio del este europeo. Húngaros, judíos, gitanos, polacos y alemanes han poblado las provincias de esta zona, aportando con ellos elementos culturales que fusionaron con los ya existentes. Esta característica hace que los documentos que hablan sobre su música o danza difícilmente sean previos a 1930.
Las Polkas, las Mazurcas y las Czardas del centro y este europeo corren por las venas de la música litoraleña. Musicalmente tiene unos recursos típicos que responden a las culturas inmigrantes nombradas, más el instrumental utilizado traído por estos pueblos, como los acordeones o los bandoneones. Pero claro está, el elemento nativo aborigen es fuerte y notorio. De todos los géneros de la zona, la danza más importante es sin duda el Chamamé. Corrientes es su epicentro pero se extiende por toda la región y su nombre proviene de un vocablo guaraní (ñe’ẽ mbo’e jeroky) que significa cantos danza. Se trata de una música en modo mayor de dos acordes fundamentalmente (tónica y dominante) pero con una riqueza melódica y rítmica importante. Cuando escuchamos un Chamamé podemos oír la fusión cultural: Los acordeones alemanes se mezclan con la armonía europea traída por los españoles, al cual se le suma una influencia rítmica rusa y se toca con la intensidad guaraní, expresada el los Sapucay, que ejecutan los interpretes y también los oyentes.
El Chamamé es la danza insignia del Litoral, aunque otros ritmos similares como el Valseado o la Polka litoraleña son parte de la región. En la década de 1980, Tarragó Ross impuso el Chamamé en Buenos Aires y el resto del país, revitalizándolo de una manera notable que llega hasta nuestros días. Aunque claro, no estuvo solo. Detrás de Tarragó llegaron Teresa Parodi, Raúl Barboza o el Chango Spasiuk.
Finalmente llegamos a la región Sureña, la última de las regiones con música folklórica tradicional. En las interminables llanuras de la Pampa Húmeda, los gauchos fueron acuñando guitarra en mano, diversos estilos. Una de sus danzas más tradicionales de esta zona es el Malambo, el cual posee más de 400 años de historia. Se trata de un baile interpretado solo por hombres, en el cual su música carece de letras y que es interpretado por guitarras, pero fundamentalmente un bombo legüero es el instrumento líder. El bailarín produce un zapateo en el cual sus botas resuenan de manera rítmica, mientras que los facones atados a la cintura, reproducen un sonido a contratiempo interesante.
Las viejas historias cuentan que los gauchos de antaño lanzaban un facón al suelo, el cual quedaba con media hoja sobre la superficie. La danza se hacía alrededor del mismo, lo cual suponía una amenaza para los mismos, dado que en esa época usaban las endebles botas de potro y cualquier roce con el cuchillo produciría una inevitable herida. Otra muestra de hombría era realizar la danza con las espuelas puestas. Todas estas demostraciones se debían a que el Malambo era una suerte de competencia entre los gauchos que lo danzaban. La fama de este baile logró extenderse por todo el país. Hay quienes sostienen que la interpretación del Malambo derivará tarde o temprano en una suerte de arte marcial, como lo ha hecho la Capoeria brasileña.
Existen otras danzas tradicionales de la Pampa Húmeda. Una es el Triunfo, que si bien posee elementos similares al Malambo, su estructura carece de la improvisación del anterior. Surgió como su nombre lo induce, con el final de la Guerra de Independencia y la consecuente victoria de las naciones americanas. Otra danza que ha acompañado a la historia social y política argentina es la Huella. Sobre una estructura armónica menor, sus estrofas suelen rememorar acontecimientos históricos, como las batallas por la Independencia, las guerras entre Unitarios y Federales y diversos homenajes a caudillos del siglo XIX. Su coreografía se baila con parejas separadas, dándose leves roces con las manos.
Lejos del agitado Malambo, y las otras alegres danzas se encuentra la apacible Milonga Campera. Llamada también La Habanera de los pobres, está claramente emparentado con dicho estilo español, aunque es notable su influencia rítmica africana ligada al Candombe. Athualpa Yupanqui y José Larralde han inmortalizado innumerables Milongas, acompañando su voz con la triste cadencia de la guitarra. En muchas ocasiones los Payadores acompañan sus coplas con la armonía y rítmica de estas Milongas Camperas. Justamente el arte de los Payadores es algo típico de la región Sureña.
Se trata de un canto en rima improvisado, en donde el payador evoca algún tema. Una de las formas más comunes de las payadas, es la de los duelos, en donde un payador canta y otro le contesta. A su vez, el primer payador deberá responderle a su contrincante, generando un duelo que en muchas ocasiones dura horas. El perdedor es aquel payador que no puede contestarle con rapidez a su rival. Santos Vega es considerado según la tradición, el mejor payador de la historia, dado que jamás fue vencido, excepto una vez en la cual Juan Sin Ropa pudo doblegarlo. Esa misma tradición afirma que Juan Sin Ropa no era un hombre común, sino que era el mismísimo diablo. Leyenda al margen, el arte de la Payada es altamente llamativo, dada la impresionante rapidez con la que los payadores generan rimas que en la mayoría de las ocasiones, tienen un alto grado de picardía.
Pero volviendo a la Milonga, encontraremos que a diferencia de las Payadas, poseen una poesía escrita e inalterable. La Milonga Campera del Buenos Aires difiere de la Milonga Uruguaya, dado que la charrúa suele estar compuesta con acordes mayores, mientras que la armonía de este lado del charco es menor. Originalmente a este estilo folklórico se lo conocía como Milonga solamente. Pero en 1931, Sebastián Piana y Homero Manzi componen Milonga Sentimental, generando un nuevo estilo que fue denominado Milonga Ciudadana. El termino Campero se acopló al viejo estilo de los gauchos de la Pampa Húmeda, para diferenciarlos de la nueva corriente.
Esto deriva en un punto muy interesante. La Milonga fue el estilo folklórico más influyente en la gestación de un género musical que hoy es patrimonio de la humanidad: el Tango. Aquí surge una cuestión que es debate de muchos. Se dice comúnmente que el Tango no es parte de nuestro folklore, sino que es considerado una música ciudadana. Sus letras, sus inspiraciones y sus interpretes son gente que vive sumergida en una realidad lejana a la de los paisanos de los pueblos del resto del territorio argentino. Con un lenguaje (el lunfardo) propio, vestimentas y costumbres bastante alejadas a las de las otras danzas y canciones nacionales, siempre gozó de un status distinto a las Bagualas o las Cuecas por ejemplo.
Tal vez esa peculiaridad sea lógica si entendemos que Buenos Aires fue una ciudad que, con sus ojos puestos en Europa, siempre buscó marcar diferencias con el resto del país. Así, su música no es folklore, sino simplemente Tango. Personalmente creo que esta diferencia no tiene ningún fundamento sustentable. Para quien les habla, el Tango es parte de nuestro folklore, siendo justamente la música de la ciudad más importante del país. Punto. Pero de ahí a segregarla como un estilo no folklórico, me parece un error. Ahora bien, hablar de Tango, dada su cantidad de interpretes, características musicales, evolución y difusión, merece un estudio aparte. Por lo tanto diremos simplemente que el Tango es la música de la ciudad de Buenos Aires, de su puerto, y que tiene una relación directa con la música de la provincia de Buenos Aires, que es la Milonga Campera. Justamente la Milonga Ciudadana es considerada una de las variantes del Tango. Como anécdota final diremos que Astor Piazzolla, en su búsqueda evolutiva del Tango, utilizó la rítmica 3+3+2. ¿Adivinen que estilo folklórico tiene ese rítmo? Claro que si, la Milonga Campera.
Hablando de géneros folklóricos no reconocidos normalmente como tales, no podemos omitir el caso del Candombe. Muchos pensarán que es un estilo uruguayo y es verdad. Pero así como los orientales poseen su Milonga y su Tango, nosotros poseemos nuestro Candombe. Desde su fundación, Buenos Aires tuvo pobladores negros provenientes de África, quienes trajeron ritmos Bantues que con el tiempo fueron fusionándose con elementos criollos y generaron el Candombe Porteño. Lamentablemente la plaga de la fiebre amarilla, pero por sobre todo, la posición política de la época que no quería afroamericanos en nuestro país, se fueron encargado de eliminar este valioso elemento étnico de nuestro país. Así fueron sistemáticamente enviados a pelear en los diversos conflictos bélicos en donde participaba la Argentina, siendo la Guerra de la Triple Alianza el momento más crítico. Entrado el siglo XX y sumado a una enorme ola inmigratoria Europea, los negros de Buenos Aires fueron desapareciendo y con ellos, su Candombe.
Afortunadamente, algunos supervivientes ubicados en las cercanías del barrio de San Telmo fueron conservando el estilo. Celosamente lo ocultaron del resto de la sociedad, y así sus yeites y variaciones típicas se convirtieron en un secreto al cual accedían solamente los herederos y nuevos guardianes del legado candombero argentino. En los últimos tiempos, y tal vez con ciertas heridas sociales curadas, este Candombe Porteño esta volviendo a salir de los cónclaves secretos en donde era interpretado durante décadas y décadas, para ofrecerlo a la sociedad.
Finalmente llegamos a La Patagonia y lamentablemente nos encontraremos con una región llena de controversias a la hora de hablar de folklore. Esto se debe a que aún no es contemplada por los recopiladores folkloristas como una región con música propia, dado que hay poca documentación y que su fusión musical es relativamente nueva. Si bien esta afirmación es tajante y un tanto discriminativa, habría que entenderla por el lado de que las mezclas musicales entre los elementos autóctonos y los del resto de los argentinos es básicamente nueva y con poco desarrollo. Sinceramente soy un convencido de que tarde o temprano esta región será incluida –como debe ser- en los mapas musicales de nuestro folklore. Para ello ya hay muchos músicos que han, a partir de sus obras, sentando las bases de lo que es un Folklore Patagónico. Artistas como los hermanos Bebel, Oscar Giménez o Rubén Patagonia son músicos que con su labor se han encargado de poner estilos como el Lonkomeo (de origen Tehuelche), la Cordillerana o el Kaani en el mapa folklórico nacional.
Aquí llega a su punto final este viaje. Seguramente han quedado en el tintero una inmensidad de estilos y variantes de danzas y canciones. Sabrás disculpar esas faltas, dado que es imposible abarcar tanta riqueza cultural y musical. Pero tal vez, si llegaste a leer hasta acá y no eras muy amante de nuestra música, por ahí te pica el bichito y se te da por incursionar en ella, que tiene mucho de nosotros y que posee una calidad musical y coreográfica, que no tiene absolutamente nada que envidiarle a las del resto del mundo. Porque como dije al principio, el folklore, aunque no seamos fieles seguidores de sus canciones, danzas y tradiciones, siempre ha acompañado nuestras vidas. Incluso, hasta sin darnos cuenta.