Julio Le Parc: en constante movimiento

“No hay que vender la piel del oso antes de haberlo cazado.” A esa frase, muy popular en Francia, recurre Julio Le Parc cuando se le pregunta en qué está trabajando. “Hay cosas que es mejor dejarlas desarrollarse tranquilamente cuando están en proceso de elaboración. Porque si se adelantan, según dicen, trae mala suerte”, opina este artista de 87 años que no para de producir.

Radicado desde 1958 en París, donde fundó dos años después el célebre Grupo de Investigación de Arte Visual (GRAV), sigue realizando en su taller de la capital francesa pinturas, esculturas, objetos, móviles e instalaciones con ayuda de un pequeño equipo que incluye a su nieta mayor. Uno de sus tres hijos, Yamil, promociona con tenacidad en todo el mundo la obra de este pionero del arte cinético.

¿Cuál es su secreto para continuar tan activo? “En la medida en que el trabajo sea interesante, si a uno lo atrae y le intriga lo que está haciendo, hay curiosidad, hay perspectiva de ver los resultados. Uno está obligado a estar vivo para hacerlo”, opina Le Parc, ganador del Gran Premio Internacional de Pintura de la Bienal de Venecia (1966), que accedió a adelantar a LA NACION algunos de sus múltiples proyectos.

El empresario argentino Jorge Pérez -principal mecenas del PAMM, que adoptó su nombre- instaló ya hace dos años en uno de los edificios construidos por su desarrolladora inmobiliaria dos obras de Le Parc: la escultura Torsión y un móvil similar al que el artista donó al Centro Cultural Kirchner (CCK).

Mientras tanto, Yamil Le Parc acaba de cerrar un acuerdo con “uno de los galeristas más importantes del mundo”, con sedes en París y Seúl, para realizar un proyecto en Nueva York, en un nuevo espacio de 2000 m2. “No quiero dar nombres todavía. Sí puedo decir que me ayudará a hacer lo que hago desde hace diez años, porque no doy más”, confiesa el hijo del artista.

Cantante de tango, Yamil acompañará a su padre con su música en la próxima Nuit Blanche, el 1 de octubre, cuando Le Parc convierta en un recorrido participativo -con obras similares a las que realizaba en la década de 1960 con el GRAV- el célebre puente de Bir-Hakeim. Hacia allí miraba Marlon Brando desde el departamento donde filmó El último tango en París hace más de cuatro décadas, bajo la dirección de Bernardo Bertolucci.

Le Parc participará por segunda vez de la tradicional “noche blanca”, el ciclo anual que llegó a la capital francesa con el nuevo milenio. Por una noche, la ciudad se convierte en una galería de arte a cielo abierto, con instalaciones yperformances en las calles y entrada libre a los museos. En esta oportunidad fue invitado por Jean de Loisy, curador de la edición 2016 y presidente del Palais de Tokyo.

En dicha institución se montó tres años atrás una taquillera retrospectiva de Le Parc que fascinó a Pierre-Alexis Dumas, director artístico de Hermès. Ésa fue la chispa inspiradora para que una obra del artista, La larga marcha, se convirtiera en 60 pañuelos de seda. Valuados en 7000 euros cada uno, se presentaron en Art Basel y se exhibieron en mayo en Colección Fortabat.

Después de esa exitosa experiencia fue Bernardaud, la reconocida fábrica de porcelana de Limoges, quien encargó a Le Parc el diseño de objetos y esculturas de mesa que saldrán a la venta a fin de año. Dedicada a fusionar “el savoir faire y la innovación”, la marca ya desarrolló ediciónes limitadas con el sello de destacados artistas como Jeff Koons, Marina Abramovic, Vik Muniz, Alexander Calder y Marc Chagall.

A pesar de haber dejado la Argentina hace casi seis décadas, Le Parc no olvida su país. Este año estuvo presente en la 25a edición de arteBA, la feria que le rindió homenje en 2012. Y en septiembre próximo inaugurará la primera escultura urbana porteña, donada a la ciudad por Citi para celebrar sus 100 años. De aluminio pintado de color blanco, Hacia la luz medirá seis metros de alto y se emplazará a metros del Museo Nacional de Bellas Artes, sobre la intersección de las avenidas Pueyrredón y Libertador.

Otras esculturas le harán honor a su nombre en una plaza pública de Puerto Madero. Será un espacio cedido por la desarrolladora inmobiliaria de Jorge Pérez, The Related Group, que está construyendo dos torres de 30 pisos sobre el Dique 1. Allí se instalarán las obras ganadoras del concurso lanzado meses atrás por la misma empresa, con un premio mayor “Julio Le Parc” de 80.000 dólares.

Mientras tanto, el artista y su hijo aguardan una doble respuesta del CCK: la formalización del acuerdo de donación de la esfera azul y la confirmación de que se exhibirá allí el año próximo la muestra del PAMM. También quedan pendientes una intervención lumínica sobre el Obelisco, que Le Parc quiere hacer desde hace tiempo, y la creación de una fundación que administre su obra.

De todos modos, no faltan motivos para celebrar. Incluso en eso parece haber pensado Yamil, que acordó con Rutini lanzar en septiembre un vino de edición limitada, creado por el enólogo Mariano Di Paola y presentado en una caja escultórica diseñada por su padre. “Serán 2000 ejemplares numerados de una botella inspirada en la obra Desplazamiento, que se expuso en el Instituto Di Tella y que fue donada en 1970 al Centro Cultural San Martín. Con la superficie espejada, deformará la trama de la caja”, adelanta este hombre que, como su padre, nunca parece quedarse quieto.

 

Por Celina Chatruc para La Nación