Una estrella de rock nace siempre con una buena canción. Pero para que esa canción se convierta en un clásico y el disco donde está contenida sea una leyenda, se necesita de un buen diseño de tapa.
Es así como rockeros y diseñadores han hecho una sociedad a lo largo del tiempo tan indisoluble como invisible. Pues el público no suele reconocer a los creativos detrás de las guitarras.
Y es que la tapa del disco es fundamental a la hora de comunicar el concepto de una placa. ¿Cuántas veces hemos comprado un disco porque nos llamó la atención su portada, para descubrir que su contenido no se condice con lo que nos proponía la tapa? ¿Cuántos grandes discos pasan a la inmortalidad, siendo antecedidos por una presentación espeluznante? Si lo esencial es invisible a los ojos, el diseño de tapa es el reflejo (o debería serlo) de la música.
Existen varias técnicas de confeccionar una tapa, como la fotografía, la ilustración, la composición y el collage. La técnica más utilizada en tiempos de la fundación del rock fue sin dudas la fotografía: Los discos de Chubby Checker, Chuck Berry, Elvis Presley o Los Beatles de los primeros años lo demuestran. Hacia mediados de los ´60 y más precisamente los ´70, la influencia del arte plástico se empezó a ver en las portadas de nuestras estrellas favoritas. El collage y las ilustraciones fueron mejor vistas por los músicos de la época, la influencia de artistas como Andy Warhol con The Velvet Underground o Los Rollings Stones marcaron el rumbo a seguir en las próximas décadas. Ya desde el concepto estético, las bandas se identificaban por primera vez con logotipos simbólicos, como una lengua provocativa o una simple banana, o hacían un perfecto collage fotográfico para la tapa del Sargento Pepper. Esta influencia estuvo presente en nuestro país con tapas como Almendra I o Artaud.
Los años de psicodélia aportaron mucho al diseño del rock: Yes y sus ilustraciones lisérgicas, o el surrealismo The Who, entre tantísimas bandas de la época. También fue la época de las imágenes compuestas con fines conceptuales, como la célebre Dark side of the moon (George Hardie) de Pink Floyd, donde el prisma que descompone la luz representa un quiebre en la carrera de la banda. Justamente la banda de Waters y Gilmour podría llevarse todos los premios en arte conceptual, como el tributo a las Meninas de Diego Velazquez en la tapa de Ummagumma .
Como hermana cercana a la composición, que articula técnicas de fotografía e ilustración, esta el collage. En nuestro país, y aun en los revueltos años ´70, Leon Gieco sorprendió con una creativa tapa, que contrastaba con un nombre muy simple para su placa Cuarto LP. Pero claro, estas técnicas no se quedaron en aquellos años, hoy con el aporte del Photoshop, la composición, la ilustración y el collage son más utilizados que nunca. Recordemos las tapas de Dynamo de Soda Stereo, compuesta por un corazón de clavos iluminado de cuatro lados y rodeado de objetos plásticos.
Igualmente, la foto simple fue siempre lo mas destacado y perdurable en el tiempo: Desde el mítico cruce de la calle Abbey (Iain Macmillan) hasta la chica pervertida de ¿Donde jugarán las niñas? de Molotov. La excelente Nevermind de Nirvana (Robert Fisher) donde un niño nada detrás de un billete de un dólar, o Sticky Fingers (Warhol) de los Stones, donde se ve frente y espalda en tapa y contratapa de una cadera masculina. O el connotativo chico de War de U2.
La tapa no sólo puede ser buena por su creación y realización, sino por la relación que logre con la música del disco: Un buena tapa cierra (o abre) el concepto artístico de una obra. Como el Oktubre de Los Redondos (creada por el genial artista Ricardo Cohen, más conocido como Rocambole) o la Canción Animal de 1990. Pero en otras oportunidades, los discos nos han presentado portadas horrendas y despojadas de concepto, como por ejemplo, Cuentos Decapitados de Catupecu Machu.
Justamente, desde los años ´90, se comenzaron a imponer los diseños más despojados y minimalistas, en el caso de Argentina, con diseñadores como Alejandro Ros, creador de célebres tapas, como Miami de Babasónicos.
Con el nuevo milenio se da lugar a los dibujos y la combinación de las cuatro técnicas clásicas entre los que, para quien escribe estas líneas, se destacan algunos discos como Direction de The Starting Line, Under the iron sea de Keane o Pretty Odd de Panic at the Disco.
Pero el arte de tapa no es todo en el diseño, también se debe de tener en cuenta su presentación. Desde aquellos megasobres de cartón de los discos de pasta (o recordados LP) que eran muy amarretes en posibilidad de contenido, a las cajitas de plástico de los discos compactos, que ofrecían verdaderos “libritos” con las letras de las canciones, obligaron a los diseñadores en pensar en formatos, pliegos, contratapas y hasta el milimétrico lomo de 0,5 milímetros del CD. A pesar de todo, la industria cultural discográfica encontró el formato preferido para diseñadores y sus hermanos menores (entre los que existe una guerra no declarada) los imprenteros: El digipack. Un formato en cartón que contiene al menos tres caras y tributa al viejo sobre del LP.
Y es que en estos tiempos de era digital, donde un disco se copia en 2 minutos en formato mp3 y su arte casi ha quedado en el olvido para el público en general, es justamente la tapa original la que le da vida al formato disco. El valor del disco verdadero en la mano, ha hecho que hasta se reediten viejos vinilos o sean los nuevos lanzamientos quienes también tengan ese formato. El arte gráfico resiste los embates del mercado, y sus diseñadores también, mas que nunca.
Por eso no olvidemos: Disco es cultura, y la tapa también.
Por Hernan Bañez
publicado en el Nº27 de Revista Yo Soy La Morsa, diciembre de 2011.