Juan Carlos Pallarols es un nombre reconocido internacionalmente. Para muchos será asociado con la vidriera de su local sobre la calle Defensa al 1000, donde lucen ejemplos de una orfebrería que ha llegado hasta la Casa Rosada, los palacios de monarcas europeos y el Vaticano. Pero Juan Carlos Pallarols también es un hombre, de rasgos clásicos españoles, alpargatas gastadas y mirada penetrante, que ha construido su oficio sobre un legado de 260 años de tradición familiar. Arriba del Bar Dorrego trabaja con su equipo de asistentes y aprendices en un taller lleno de madera y luz natural, un espacio único que remonta a otro siglo, y a otra manera de desarrollar el trabajo artesanal.
Nació en Banfield, hijo de Carlos Pallarols, quien vino en 1907 de la Semana Trágica de España. Carlos se estableció en la zona Norte pero sus talleres siempre estuvieron por el Sur, en la calle Estados Unidos y luego sobre Carlos Calvo. Juan Carlos hijo empezó a aprender el oficio familiar a los cuatro años, trabajando al lado de otros inmigrantes (incluyendo hasta una familia de japoneses) en el taller de su papá. Aunque su padre era un orfebre conocido, la infancia de Pallarols no fue fácil, sobre todo después de una comisión inmensa para el sarcófago de Eva Perón que nunca se pagó, dejándolos con una deuda que les quitó hasta la casa familiar en Lomas de Zamora.
Pallarols trabajaba de lo que podía (lustrando botas, fabricando partes para automóviles) mientras estudiaba Bellas Artes y seguía desarrollando su orfebrería. Esa dedicación eventualmente se cobró, y hoy la carpeta de Pallarols incluye obras para personajes desde Joan Manuel Serrat hasta Benedicto XVI, la princesa Máxima de Holanda, Lady Diana, la familia real de España, y varios presidentes argentinos (Pallarols tiene el cargo de hacer el bastón presidencial desde que volvió la democracia en 1983). Actualmente se encuentra trabajando con el equipo de especialistas en la restauración del Teatro Colón y en la elaboración del Escudo del Bicentenario para Cristina Kirchner.
¿Cuál es el secreto de su éxito? Según Pallarols, es el amor. Esta es una de las palabras que más se escucha cuando habla de su trabajo, y marca una de las grandes diferencias entre el concepto común del “laburo” y el que tiene Pallarols.
“El mío es un oficio, y la palabra oficio, como la palabra profesión, tiene un significado casi sacramental. El oficio divino es parte de la liturgia de la misa… son cosas que se tienen que realizar por amor y con un compromiso casi religioso”, explica.
Esta idea del oficio como una habilidad desarrollada a través de fuerza y años (o generaciones) de paciente compromiso, es algo que hoy día se encuentra sólo en algunos casos atípicos. San Telmo tiene la suerte de contar con varios maestros artesanos, pero la cultura moderna del consumo y gratificación inmediata ha desvalorizado los oficios tradicionales. Estando en la presencia de un maestro como Pallarols, uno se da cuenta del profundo matiz de experiencias, emociones, historias y valores que convierten sus objetos en arte.
“En mi trabajo busco siempre la excelencia y la manera de lograrla es con amor”, explica. “Si las cosas las hacés por amor, la excelencia no es difícil, sino que es un resultado natural. No se puede hacer las cosas por el dinero sólo —hoy soy reconocido no por ser buen comerciante sino por ser buen orfebre, por mi compromiso a mi oficio. Y en mi rubro no se paga el oficio, se paga la excelencia”.
Pallarols está comprometido a dejar su legado a futuras generaciones, y todos sus hijos han aprendido la orfebrería, además de una nieta, Meritxell, que es particularmente hábil con el martillo. También enseña a jóvenes aprendices —una señal esperanzadora para el futuro de la orfebrería tradicional.
“El hombre nace para ser creativo, aunque la educación y la cultura en general dicen que ya no hay artistas como antes. Pero si yo le puedo enseñar a un chico que tiene la capacidad de crear, como se creó el universo mismo, vas a ver que hay miles de chicos que tienen una capacidad asombrosa. Por otro lado, si fabricás la figura del atorrante o joven delincuente y lo difundís por todas partes, obviamente esos chicos no van a buscar otras posibilidades y modelos de ser”.
“La vida hoy es un gran negocio —sobre todo para los que organizan la vida de los demás. La mayoría de la gente está enceguecida por el miedo, adormecida con pan y circo, y es sumamente difícil estar libre de pensamiento y de espíritu en este tipo de ambiente”.
“Tener un arte, oficio bien desarrollado requiere que la persona, en este caso el artesano, esté absolutamente libre de partidos: de la derecha o de la izquierda. Por eso casi no hay artesanos hoy —se ha matado poco a poco la artesanía y el libre pensamiento, porque lo otro es mejor negocio”.
Reflexionando sobre cómo construyó sus propios valores, Pallarols destaca el papel de la familia y la educación.
“Yo tuve la suerte de tener un papá que me decía cuál era el camino verdadero para seguir, y que me dijo, ‘No dejes de aprender todos los días… hacé tu trabajo con amor y buscando la perfección siempre.’ Hay que preservar la familia y los valores que representa”.
Pallarols vincula la importancia del modelo familiar al de la comunidad, y dice que es una de las cosas que lo “apasiona” de San Telmo. “Somos como una gran familia, San Telmo es nuestra gran casa, y esto implica que la suerte de mi vecino sea un poco mi suerte también —que me preocupe un poco el bienestar del de al lado y no solamente el mío. La familia implica afecto, contención, compasión. Si en una familia uno no puede sentirse contenido algo no funciona”.