¡Se viene la segunda! La vez pasada hablamos sobre que es folklore a nivel genérico y a nivel nacional. Para hoy prometimos empezar a viajar por las distintas regiones folklóricas del país y comenzar a analizar sus costumbres. Pongámonos entonces un poncho de lana de vicuña, porque nos vamos para el Altiplano. Se trata del lugar que probablemente menos influencia extranjera tiene y que logra conservar un importantísimo elemento aborigen. Los cantos de caja como las Vidalas o las Bagualas son una de las formas de expresión de la zona. La Baguala es el más arcaico de los cantos argentinos, procedente de la cultura Diaguita. Las escalas utilizadas son muy particulares si las vemos desde el punto de vista del sistema armónico importado de Europa, aunque evidentemente hay una leve pero notable influencia. Se trata de un canto intimista e individual, de melodías altamente expresivas. La libertad a la hora de interpretar estos cantos es alta, por lo cual todo el condimento emocional se ve agradecido a la hora de explayarse.
Emparentadas con las Bagualas se encuentran las ya citadas Vidalas. Su estructura melódica está más cercano al sistema musical nuestro, aunque con algunas peculiaridades características propias de esta forma de canto. A diferencia de las Bagualas, puede cantarse a dos voces en terceras paralelas, y es además mucho más aceptada por los folkloristas en general. Existen muchas variantes de Vidalas, como la Vidalita Andina, la Vidala del Pujllay, la Vidalita Riojana o las Tonadas, todas directamente emparentadas, pero con algunas diferencias rítmicas o instrumentales.
Siguiendo en el Altiplano, encontramos otras formas musicales en formas de danzas, como los Carnavalitos, la Cueca Norteña o el Bailecito. Esta danza autóctona tiene su origen, al igual que tantas danzas americanas, en las danzas de salón traídas desde Europa. Es importante destacar que el instrumental de estas variantes folklóricas suele ser similar, utilizando algún instrumento más o alguno menos. Guitarras, violines, charangos, quenas, sikus, erkes, acordeones, caja, bombo chato, sonajeros de pezuña o huancaras son algunos de estas herramientas utilizadas para hacer sonar los cantos y danzas anteriormente citadas.
Otra danza del Altiplano, heredada directamente de la cultura Quechua es el Huayno o Huaynito. Muchos la confunden con los Carnavalitos pero la diferencia podría encontrarse en los orígenes. El Huayno es de origen boliviano y suele ser instrumental. El Carnavalito es argentino y pueden ser cantados, además de tener una estructura más compleja.
Finalmente podríamos citar a muchos artistas que han dado mucho por la música de estos lados y que aún hoy la mantienen viva. Jaime Torres, Uña Ramos, el Cuchi Leguizamón o Leda Vallares han deleitado a los norteños y a todos los argentinos con sus cantos y sentidas interpretaciones de la música andina.
Bajando un poco por el mapa, y adentrándonos en la Región Noroeste, nos encontramos con la reina de nuestras canciones folklóricas: la Zamba. Su etimología nos dice que era una variante musical ideal para seducir durante su baile a las zambas, es decir, las hijas mestizas de origen aborigen y negro. Sea cierta o no esta versión, encontraremos el tipo más arcaico de este genero en las Zambas Monotemáticas. Como su nombre lo indica, están compuestas por un solo tema que se repite varias veces, por lo general tres. Esta estructura dio origen a las Zambas Bitemáticas, o sea canciones con dos partes, como por ejemplo Criollita Santiagueña.
Armónica y melódicamente este genero se encuentra fuertemente ligado con la cultura hispánica y criolla. Rítmicamente presenta una dicotomía entre el 3×4 y el 6×8. Esta dualidad no es única de la Zamba, ya que muchos estilos folklóricos argentinos lo comparten, pero justamente esta cualidad hace que sea muy difícil para los que no son argentinos, entender su rítmica. Paco de Lucía, el genial guitarrista flamenco dijo alguna vez que no hay nada más difícil que tocar folklore argentino. Para los que somos argentinos y guitarristas, esta afirmación nos parece una exageración, dado que si bien la rítmica tiene su complejidad, no es tan difícil de reproducir. Claro está que justamente esto lo pensamos los de este lado del mundo, que fanáticos o no del género, voluntariamente o no, crecimos escuchando esta rítmica tan peculiar y tan nuestra.
Creo que no existen folkloristas consagrados que no hayan interpretado alguna Zambita en su repertorio. Desde los Chalchaleros hasta Mercedes Sosa, desde Jorge Cafrune hasta el Chaqueño Palavecino, todos entonaron estás canciones de nuestro Noroeste. La Zamba no tiene rival en su masividad y aceptación, excepto por otro genero altamente popular y proveniente de Santiago del Estero. Hablamos claro, de las Chacareras. Este género proveniente de la población de Salavina en la provincia santiagueña tiene un importante contenido afroamericano. Para finales del siglo XIX, las tres cuartas partes de dicha población poseía ascendencia africana y su influencia se nota claramente en la polirritmia que combina el ya citado 3×4 y el 6×8, aunque de una manera más marcada que en el resto de los estilos de la zona, dado que el componente rítmico es vital y más acelerado.
Su nombre se debe a que esta danza era bailada inicialmente por los campesinos en las chacras en donde trabajaban. Se distinguen varios tipos de Chacareras. Las simples, las dobles (varia la duración de los compases) y las truncas (varían los comienzos de las partes y sus acentuaciones) son las más comunes y tradicionales, aunque existe también la denominada Chacarera del Monte. La misma fuedesarrollada por corrientes migratorias de santiagueños y salteños que llegaron a la provincia del Chaco a principios del siglo XX, y que con el tiempo fueron desarrollando una diferencia en el tiempo con las Chacareras más tradicionales.
Así como la Zamba, casi no existe folklorista consagrado que no haya cantado sus rimas. Los Carabajales han sido una familia ligada a su interpretación y desarrollo, pero desde Raúl Carnota, hasta el Chango Farías Gómez o Soledad Pastorutti, todos han pasado por este género. Originalmente era interpretado por guitarras, bombos y violines, pero con el tiempo se les han sumado una infinidad de instrumentos. Probablemente sea hoy y desde la pasada década de los sesenta, el estilo con mayor vigencia de todo nuestro folklore.
Pero el Noroeste también nos ofrece otra danza, tal vez la más tradicional y antigua de todas. Hablamos del Gato, el cual ya era bailado en la época de nuestra independencia y que sigue hasta nuestros días, incluyendo a todos los estratos sociales entre sus adeptos. Su nombre fue variando con el tiempo. Fue conocido como Gato Mis Mis, La Perdiz o Cielito. Su aceptación en todo el territorio fue generando variantes y así encontramos el Gato Norteño, el Gato Cuyano, el Gato Encadenado, el Gato Patriótico, el Gato Cordobés o el Gato Polqueado. Todas sus variantes poseen una misma raíz, tratándose de una danza de pareja suelta, muy pícara y ágil, en el cual el hombre persigue con elegancia y cuidado a la mujer.
Dejamos el Noroeste por ahora. El viaje todavía no terminó pero este artículo si. En el próximo y último capítulo iremos al centro y sur de nuestro país, para seguir observando juntos, sus tradiciones folklóricas musicales. ¡Será hasta la próxima entonces!