[Fuente TNT Sports] En El Porvenir y Banfield, José Luis Sánchez siempre será “Garrafa”. Para la gente de Laferrere también es “El Loco”. Sus amigos le decían “El Gordo”. Jugó en los tres equipos y dejó una marca tan grande que cada estadio tiene un sector con su nombre.
La historia de José Luis Sánchez puede unir el fútbol de antes con el de hoy. El juego con el profesionalismo. De patear penales en campeonatos barriales a bailar a la Selección Argentina en un amistoso. Todo eso y más era “Garrafa”, el hombre que llevo a un estadio de fútbol el “fulbo” que se juega en los potreros.
Hoy cumpliría 46 años. Nació en Laferrere y vivió como quiso hasta esa mañana fatídica del 8 de enero de 2006. Se fue como vivió: jugando. Un juego peligroso el de las motos que él amaba desde que pudo tener una. “Desde los 15 hasta los 26 anduve en dos ruedas y sin casco. Dicen que no tiene nada que ver, pero yo creo que el viento ayudó a que cada vez tuviera menos pelo”, solía repetir.
A lo largo de su carrera en el ascenso, “Garrafa” tuvo un gran socio: Rubén Darío Forestello. Jugaron juntos en El Porvenir y en Banfield, donde consiguieron el campeonato y ascenso a Primera División en 2001. “Lloro cada vez que hablo de él porque lo extraño. Me hacía reír, calentar… A su lado hice 56 goles en dos años y medio. Lo conocía de memoria. Íbamos juntos para todos lados. Pasó una situación difícil con su padre que tenía cáncer, dejó el fútbol seis meses y traté de estar cerca. Construimos una gran amistad. Un cariño mutuo”, lo recuerda el “Yagui”.
En Banfield su gran compañero y amigo fue Adrián González, con quien se había cruzado años antes de compartir equipo. El “Loco” recuerda la primera práctica ahora defendiendo la misma camiseta, “para romper el hielo, le recordé un partido en que lo había enfrentado, le pegué y lo saqué en camilla. Y me dijo: ‘Es lo único que podés hacer vos’. En la final contra Quilmes por el campeonato, como no la largaba, en un tiro libre, le tiré ‘dejá de jugar tu partido, hacé un gol y festajamos todos’. Me contestó: ‘Andá atrás vos, burro, corré y dámela a mi’. La jugada terminó en gol… y en pleno festejo no se había olvidado: ‘Vos no me abraces, que recién me puteaste’”. Otro que recuerda esa serie de dos finales es Cristian Lucchetti: “No terminamos con más goles de diferencia porque jugaba como si estuviera en el potrero. Lo terminé puteando. Sobraba las jugadas, podía patear y volvía a enganchar. Ya en Primera, contra Unión entró a poco del final. Cobraron un penal y lo metió. En el festejo, tiró la camiseta a la tribuna. Cuando fue a pedir otra, se dio cuenta de que no había más. Se tuvo que quedar afuera, mientras Garisto le gritaba ¡No jugás nunca más, Gordo! Era un crack”.
“Garrafa” disfrutaba el juego y era un gran competidor. “Los penales los pateo así porque yo siempre juego igual, con amigos o en una final. Si yo juego así por qué tendría que cambiar. A veces se enojan porque no les paso la pelota, pero en realidad es porque me gusta tenerla, jugar, y me da miedo largarla y que después no me la devuelvan”.
Amado e idolatrado en los equipos dónde jugó, jamás será olvidado. La cabecera de la cancha de “Lafe”, la tribuna lateral en la de “El Porve” y la platea del “Taladro” llevan su nombre. El recuerdo imborrable de un futbolista que desde su propia felicidad por jugar hacía disfrutar al público en una cancha de fútbol.
“Garrafa” Sánchez, el “Gordo” o el “Loco”. Un jugador que por determinante podía ganar partidos, pero que además de gambetear un rival, tenía la particularidad de esperarlo para gambetearlo dos veces. De potrero en un mundo profesional.