[La Imprenta Noticias] Aquel fatídico 8 de enero de 2006 dejó sin la magia y sin potrero puro a los partidos del Taladro, pero con el corazón caliente cuando viene a la memoria de cada socio e hincha de la gloriosa gente cada pisada, cada bicicleta, cada caño, cada gol de penal o tiro libre con su característica y particular pegada, cada gol a Quilmes y a los grandes, quedarán en el recuerdo.
Aquel ascenso del 2001, aquel tiro libre a Independiente que sirvió para salvar a Banfield de la promoción y afianzar al Taladro en primera desde entonces hasta la actualidad.
El “loco”, vivió como jugo, muy querido, muy amado, muy odiado por sus rivales pero por amigos y enemigos siempre será recordado con una sonrisa. Al año siguiente de su desaparición física, se le realizó un monumento en la plazoleta que se encuentra a espaldas de la tribuna Mouriño, una pelota de fútbol que identificaba al gran número 10.
Aunque en la actualidad esa plaza no es cuidada y no tiene el mantenimiento correspondiente y merecido, ese era el único recuerdo “físico” que se podía tener del Garrafa.
Se realizó una estatua con la colaboración de varios hinchas y socios de Banfield, llevada a cabo por Jorge Gionco, hoy en día brilla con un mural de fondo en el jardín de la sede social del club.
Lo que es cierto es que jamás, los que lo vieron brillar, deslumbrarse con aquel debut frente a Chicago en el Florencio Sola o aquel último gol de tiro libre frente a Rosario Central en el 2005 contra el arco que da a la tribuna Fani o el otro tirlo libre que ayudo a la permanencia en el 2002 frente a independiente con una ejecución formidable, jamás olvidarán su nombre ni que tipo de persona era.