El escritor y periodista Pablo Rojas Paz acuñó un seudónimo que se popularizó en el ambiente futbolístico: El Negro de la tribuna. Así firmaba sus notas en el momento de esplendor de Crítica, el vespertino de Natalio Botana, en las décadas de 1920 y 1930, y luego en otros medios gráficos. Los estudiosos afirman que fue quien definió por primera vez como La 12 a la hinchada de Boca Juniors.
En 1947, la editorial Nogal publicó El fútbol argentino, un compendio sobre la historia de ese deporte en la Argentina y de los clubes de Primera División. La dirección y realización de la obra estuvo a cargo de Alfonso Rey y el prólogo y las glosas sobre cada equipo surgieron de la creatividad de El Negro de la tribuna. En aquel año, Banfield retornó a la máxima categoría después de dos temporadas y por esa condición accedió a integrar las páginas del libro.
“Hay cuadros heroicos que viven peligrosamente.” Con estas seis palabras Rojas Paz invita al lector a descubrir a El Taladro y, de inmediato, sorprende con su saber literario aplicado a cuestiones –en apariencia– poco intelectuales: “Cuando las mujeres de Florencia veían pasar al Dante, se decían entre ellas: ‘Este hombre tiene la cara morena porque va y viene del infierno cuando le da la gana’. Algo parecido se puede decir de Banfield, ‘que se va a segunda y vuelve a primera cada vez que le da la gana’”. Y el tiempo ratificó esa condición: Banfield es el equipo con más descensos a la B (siete), después de Quilmes (diez, al cierre de esta edición).
El Negro de la tribuna lleva atado el ingenio: “los equipos de fútbol se dividen en cuadros, cuadritos y cuadrazos. Cuadro es un equipo de fútbol cualquiera; cuadrazo, aquellos cuyos jugadores dicen: ‘Aquí estamos nosotros y basta’. Cuadrito, así, en tono cariñoso, son los quipos que son la gloria y el amor de un barrio o de un pueblo, que cuando se van lejos a discutir laureles los acompaña el corazón de sus partidarios. Y eso es también Banfield. Para que el cuadro vaya para arriba cada uno pone sus esperanzas, sus entusiasmos y se sacrifica. Cada partido es para Banfield una prueba de fuego. Juega con tal cuadro y empata, y la gente se dice: ‘Ahora veremos lo que da cuando el domingo próximo se enfrente con Boca’. Y viene el domingo y Banfield sale otra vez a la cancha a batirse heroicamente”.
En ese panorama, se detiene en “la proeza más extraordinaria”, “sin igual en la historia del fútbol”, cuando Banfield en 1940 evitó el descenso a pesar de sufrir el descuento de dieciséis puntos por quedar involucrado en un escándalo por sobornos. De esta manera, “conquistó el título de poderoso” y se convirtió en “una permanente sorpresa en el círculo privilegiado. Y ahora, en 1947, Banfield regresa a primera para repetir aquellas proezas realizadas en años anteriores”. Cuatro temporadas después sorprendió con una hazaña impensada: alcanzar la cima del torneo y disputar dos partidos finales para determinar al campeón. El Banfield del ’51 pasó de “cuadrito” a “cuadrazo”.
Por Germán Ferrari
para Revista El Cruce – Facultad de Sociales UNLZ