En el taller de Daniel Bellofatto, escondido en un barrio arbolado y tranquilo de Banfield, se respira un aire tan igual y tan distinto al del resto de los talleres. Por supuesto, hay olor a grasa, a nafta, a motor, pero también hay aroma a barniz y madera.
Con un mate en mano y una sonrisa amigable, Daniel, de 52 años, recibe a cualquier vecino que quiera conocer sus creaciones, que define como “estados de ánimo”.
“Hay momentos en que uno tiene ganas de hacer algo por alguien. Muchas cosas las he regalado. Hay cosas que están por España, Italia, Francia, Suecia, Estados Unidos, Canadá, y muchos otros”, comenta este artesano, orgulloso de que sus trabajos recorran el mundo.
Barcos, botellas, réplicas de carros, figuras, casas, lámparas son fragmentos de la vida y el arte de este mecánico de oficio que pueblan la casa banfileña.
La inquietud nació muy pronto, cuando era muy chico, casi como un juego, mientras observaba trabajar a su padre italiano. Tuvo dos maestros, por los que siente una profunda devoción, que le fueron marcando el camino. Sin embargo, Daniel siempre prefirió el anonimato.
Hoy sus horas están dedicadas a lograr una odisea que otros creerían imposible: construir violines (ver recuadro). Daniel no es luthier y no estudió música clásica, pero investigó las técnicas para poder lograr armar este instrumento tan delicado y preciso. Ayudado por herramientas que él mismo construyó, ya tiene en su haber dos violines, y va por el tercero. Impulsado por el amor, los recuerdos, las enseñanzas de los maestros y el mismo barrio, agota sus días en su taller, inventando sueños.
-Es un hombre cien por ciento de zona sur…
-Sí, nací en la región, hace 52 años. Vine acá cuando tenía cinco años, los primeros años los viví en la zona de Villa Barceló, que pertenece a Lanús, después vine a esta casa que hizo mi papá, él era de origen italiano. Crecí en este barrio, mi papá tenía carro y caballo, era algo fascinante. Una de las cosas que más recuerdo es que yo solía subirme y hacíamos un recorrido alrededor de la vuelta manzana. Era comerciante, tenía despensa. Luego, con el tiempo, me dediqué a formarme como mecánico de autos, y puse el taller acá.
-¿Cómo se educó en este arte?
-Mi inquietud vino en la sangre, no puedo decir cómo empezó porque siempre soñé con construir cosas. Mi abuela me enseñó muchas cosas, por ejemplo a tejer. Prácticamente todo lo hice en forma autodidacta, sin embargo tuve dos maestros, que siempre recuerdo, uno de ellos fue Enrique Cervetti, era pintor, no reconocido, pero una excelencia; lomense, vivía en la zona del Parque de Lomas, manejaba una ferretería que está sobre la calle Rincón, ahora a cargo de su cuñado. Yo me pasaba gran parte del tiempo ahí, haciendo cosas. Después tuve otro maestro, un desperdiciado del mundo, cuyo nombre no quiero difundir porque se va a enojar conmigo, que es un hombre conocido, muy grande, que nos representó en la OEA, un científico. Parte de las cosas que construí de grande tienen que ver con él.
-¿Cuáles son sus proyectos respecto a su trabajo?
-Gracias a Roberto Segret (también artesano) yo quise empezar a mostrar mi trabajo, es él quien promovió que yo exponga mis cosas, yo no tenía intenciones de mostrarlo, me basta con hacerlo, ahí está mi placer. No es que sea modesto, sino simplemente que me gusta crear, y lo que me deja la gente. En este taller tengo cosas de diferentes personas que me fueron dejando en el anonimato. Casi todo el material que uso es reciclado, juntado de la calle, maderas, botellas, artefactos, lamparitas, antigüedades, de todo. Tengo trabajos hechos, por ejemplo, con madera de un ciruelo que mató un rayo, troncos que se han caído. Cuando éramos chicos agarrábamos las hojas de las palmeras y hacíamos barcos los días de lluvia, hoy es otro elemento con el que trabajo.
-¿Cómo definiría su labor?
-No diría que lo que hago es artesanía, diría que es un estado de ánimo, hay momentos en que uno tiene ganas de hacer algo por alguien. Muchas cosas las he regalado. Hay cosas que están por el mundo, España, Italia, Francia, Suecia, Estados Unidos, Canadá, y muchos otros países.
-¿Qué desea que despierten sus obras?
-Me gustaría que mis trabajos provoquen algo en otra gente, por ejemplo, siempre pienso en que es importante que un niño vea algo que yo hice y de repente empiece a jugar con algo de madera, y luego plasmar lo que hago. Todo esto es parte de mi vida, de cosas que he reciclado o restaurado.
Nota de Inforegión, correspondiente a la publicación del día 06 de Enero de 2013.