jueves, 23 de julio de 2009 - 00:38

Héroes de Malvinas

Claudio Chafer, bebe lentamente su café entre el griterío diario de la Sede Social. Está dispuesto a traer nuevamente a su mente los recuerdos más oscuros de la contienda bélica que lo tuvo como protagonista y que estamos conmemorando por estos días, aunque en realidad deberíamos recordarla siempre, con el objeto de que no se vuelva a repetir. Por Silvina Trainotti – Rodolfo Morel


“Cuántas muertes más serán necesarias,
para darnos cuenta de que ya han sido demasiadas”
Bob Marley


-¿Cómo te notificaron de la guerra?
-Era un soldado “viejo”, clase ’61 que había pedido prórroga e hice el servicio militar con la clase ’62 en Mar del Plata. Estaba por salir de baja el 14 de abril de 1982. El 1º de abril conseguí un permiso trucho, con el que me pude ir del cuartel y llegué a Banfield a la medianoche. Me acosté a dormir en silencio para no despertar a mis padres y el 2, a la mañana me despertaron ellos, llorando al pie de la cama.

-¿Imaginabas lo que se venía?
-No, no entendía nada, lo primero que pensé fue que me había venido a buscar la Policía Militar o que ya me habían postergado la baja por haberme ido sin permiso. En ese fin de semana en casa pude ver que Malvinas era una causa nacional donde todo país estaba de acuerdo con la guerra.

-¿Volviste para Mar del Plata?
-Volví al cuartel el lunes y me dijeron que me correspondería calabozo, y suspensión de la baja por haberme ido, pero por Malvinas quedaba todo en la nada. Nos tuvieron unos días en Mar del Plata y nos dejaron venir luego a Buenos Aires a saludar a la familia. Al regreso al cuartel estaban todos en Constitución en el tren gritando “los vamos a reventar, los vamos a reventar” y yo pensaba que parecía que íbamos a un partido de fútbol, pero la realidad era que íbamos todos a Malvinas y no se sabía quién iba a volver porque íbamos a una guerra.

-¿Tenías ganas de ir?
-Yo siempre digo lo mismo, estaba haciendo la “colimba” y las leyes me obligaban a ir, no podía negarme, tenía que ir. Estábamos bajo un régimen militar en ese momento, pero si hubiésemos estado en democracia tenía que ir igual, e iba a tener que hacer lo mismo que hice. Hicimos lo que pudimos con las pocas cosas que teníamos y así nos fue.

-¿Qué fue lo primero que sentiste al llegar a Malvinas?
-Al principio no pasaba nada, estuvimos varios días ahí sin que pasara nada de nada. Nos dieron algunas charlas acerca de la Convención de Ginebra y del trato al enemigo, y otras donde nos decían textualmente “cuando veas algo que se mueve apuntá y bajale el cargador en la cabeza, porque sino te van a matar a vos”. Un día estaba de guardia y vimos que se puso el cielo rojo y hubo un tremendo temblor, pensamos que se venía la lluvia, pero era el principio de la guerra, los primeros bombazos del 1° de mayo, y se nos hizo un nudo en la garganta pensando realmente que no sabíamos lo que se venía.

-¿Se puede explicar qué se siente?
-No, en el día a día, en pleno combate, sentís miedo y de ahí para arriba, todo lo que se te ocurra, desamparo, angustia, rabia, y llega un momento en que no pensás en nada. Cuando vos vas a la guerra es para defender la soberanía, la bandera y toda la parafernalia que nos explicaron cien veces, pero cuando tenés un arma en la mano vos tirás para defender tu vida y la de tus compañeros.

-¿Tenían la instrucción adecuada para el manejo de armas?
-Yo ya era un soldado viejo, tenía la instrucción adecuada para manejar el fusil, pero no para los cañones y otros tipos de armas con un poco más de tecnología que había en el grupo en el que estaba. Estas eran disparadas solo por oficiales o suboficiales y los soldados estábamos de apoyo. Si alguno de ellos se moría, en la desesperación agarrás y tirás como sea, con lo que sea.

-¿Perdiste mucha gente cercana en Malvinas?
-Murieron unos cuantos, en mi grupo no murieron tantos pero hubo bajas como en todos los grupos, además de soldados fallecieron suboficiales y oficiales que todos conocíamos. Creo que fue una locura para la que no estábamos preparados ya que una cosa es la instrucción que te dan y otra combatir de verdad contra enemigos reales y que tienen mejores armas y tecnología que vos.

-¿Cómo fue la rendición?
-El día de la rendición vi llorar a tipos de carrera por el alto el fuego. A mí me tocó notificar al grupo con el que estaba, en ese momento yo estaba operando la radio. Cuando llevé la noticia hubo militares de carrera que gritaban “volvemos, volvemos”, como si fuese una final entre Argentina y Brasil y hacer un gol a los 98 minutos. Hubo gente de carrera por la que me saco el sombrero, y otros que lo único que querían era volverse a su casa y que no les importaba nada.

-¿Y el regreso?
-Yo volví en el Northland hasta Puerto Madryn, de ahí me trajeron hasta Campo de Mayo donde me hicieron una restauración y un “engorde” impresionante durante unos 15 días. Pedía que por favor me dejaran salir acá en Buenos Aires para ver a mi familia, sin embargo, me llevaron nuevamente a Mar del Plata y volví a Banfield los primeros días de julio del ’82.

-Al menos te dejaron comunicarte con ellos…
-No, intenté que por lo menos los llamaran por teléfono para avisarles, pero no. Estando en Malvinas les mandé un telegrama que mis viejos (después me enteré) se negaban a abrir por miedo a que sea el anuncio de mi muerte.

-¿Qué se siente al volver?
-Cuando volvés sentís un dolor grandísimo por los que se quedaron allá. Era gente con la que había compartido más de un año de estar juntos todos los días y ver que esos tipos que se jugaban la vida por vos al igual que vos te la jugabas por ellos ya no estaban, era muy triste.

-¿Te preguntás porque vos volviste y otros no?
-No, porque creo que volvés de suerte, es una lotería. La táctica la tenés desde un escritorio, pero después en el campo de combate sobrevivir es suerte.

-¿Es difícil superarlo?
-Es difícil. Yo creo que lo pude superar, estudié una carrera, tengo una familia, para mi Malvinas no fue lo más importante que me pasó en la vida, fue un lugar donde no había reglas y había miserias y miedos de todo tipo. Lo más importante de mi vida son mis hijas y mi familia, no Malvinas. Pero hay mucha gente que no lo pudo superar y parecería que se quedó estancada en el ’82, que todavía está vestida con la chaqueta militar y que quiere volver a pelear.

-¿Volverías?
-A pelear no, ya tengo una guerra encima, no creo que pueda soportar otra. Me encantaría sí poder volver y pisar ese suelo antes de morirme.

-Sería como cerrar un capítulo…
-Si, salimos expulsados en un barco inglés y sentimos que allá quedó algo nuestro, un amigo, muchos recuerdos.

-¿Permitirías que un hijo tuyo vaya a la guerra?
-Si tuviera un hijo varón ni loco permitiría que vaya a una guerra.

-¿Que sentís en estas fechas?
-Me acuerdo de la gente en la plaza, de mi vieja llorando a los pies de la cama, es todo muy raro. Estoy orgulloso de haber ido y no me arrepiento, pero fue una experiencia difícil en la que traté de hacer lo mejor que pude. Hay una frase que leí en un foro que dice que “son días en que se vive distinto”, pero si me preguntan que es, la verdad no lo se.

-¿Tenés miedo?
-Nunca salís entero de ninguna guerra, pero hoy puedo ver una película tranquilo o un helicóptero y no se me mueve un pelo, lo que si es cierto que nunca más volví a dormir como dormía antes. Duermo entrecortado.

-¿Tenés sueños recurrentes?
-No, recurrentes no, pero duermo intranquilo y a veces me despierto con algún sueño, se te aparecen imágenes y recuerdo un montón de cosas; o estas hablando y se te aparecen imágenes de un bombardeo, del hospital o de los viajes de ida o de vuelta.

-¿Te hace bien hablar con otros ex combatientes?
-Si, durante mucho tiempo este tema estuvo tapado y de repente tuve la necesidad de hablarlo con alguien. Hace bien charlar con gente que vivió esta misma experiencia. Trato de mirar siempre para adelante, de sacar lo positivo, y de darles una mano también a ex combatientes que se quedaron en el tiempo. No tengo la necesidad de contarle a todo el mundo que estuve en Malvinas. De hecho hay parte de mi familia que no lo sabe. Hay gente que aprovecha todos los beneficios y se cuelga un cartel de ex combatiente, yo no soy así.

-¿Creés que el Estado tiene una deuda con los ex combatientes?
-El tipo está viviendo una situación anormal y encima el estado le da la espalda. En la guerra conoces al enemigo y en la pos guerra no. Para mi, el mejor homenaje que nos pueden hacer es que se acuerden de Malvinas, porque hubo muchos muertos y no era solo el tema que se manejó acá de que hacía mucho frío, era que estábamos peleando por nuestra vida, pisando las tripas de nuestros amigos.

-En lo personal ¿te costó conseguir trabajo?
-En su momento a través del estado conseguí trabajo en Entel y unos cuantos ahora estamos en Telefónica, pero conozco muchos casos de veteranos a los que les cerraron la puerta en la cara. Una vez fui a buscar trabajo a una empresa y cuando dije que era ex combatiente en vez de venir el gerente de recursos humanos casi llaman a un simposio de psicólogos. Por eso digo que tenemos que tener una reinserción real y no que la gente piense en nosotros como que estamos locos.
Si bien no quiero que nos rindan honores, que nos feliciten, sí pido que no nos castiguen por ser veteranos, que ante igualdad de condiciones en un trabajo no nos cierren las puertas. Creo que si alguien tiene la misma capacidad laboral que otro, por el hecho de ser ex combatiente no lo deben acotar a darle un trabajito “para que no moleste”.

-¿Volviste a tu Unidad de Mar del Plata?
-Volví cuando se cumplieron 25 años de Malvinas, la primera vez que se dignaron a invitarme.

-¿Eras Socio de Banfield?
-Yo fui Socio hasta que me tocó el servicio militar, después no pagué más la cuota y a la vuelta de Malvinas tuve altibajos y entre otras cosas dejé de ir a la cancha por unos cuantos años. Después con los hijos, la familia, el estudio y el trabajo me alejé un poco y seguía a Banfield por la radio o los diarios. Hace unos años fue la hora de volver, y aquí estamos…

Se despide pensando en volver a su casa al abrigo de sus seres queridos, lejos de los relatos de una guerra absurda que duró 74 días, pero que aún sigue calando muy hondo entre quienes llevamos con orgullo una insignia celeste y blanca en nuestro pecho.