viernes, 30 de julio de 2010 - 18:21

El último que apague la luz

Editorial Julio Jardel. El prolongado receso le fue deparando al hincha de Banfield una sucesión de noticias desagradables, y a una semana del arranque del Apertura, reina la incertidumbre y la desazón ante un nuevo e innecesario desmantelamiento del plantel. 

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Era previsible que se produjera una venta tras la finalización de la temporada en la que se logró el histórico e inolvidable título. Lo que sí resulta inexplicable es por qué después de la venta del colombiano James Rodríguez también se haya decidido vender a otra pieza clave del equipo campeón: Sebastián Fernández.\nEvidentemente, si la economía del club se manejara de otra manera, no hubiera sido necesario semejante vaciamiento. La historia se repite. Otra vez tras un año sensacional desde lo futbolístico no se logra mantener la base. Y ésto en un club que en los últimos años ha vendido, entre otros, a Paletta, Dátolo, Civelli, Cvitanich, Armenteros, Barbosa, el Chaco Maidana, y tantos más…¿No había recursos para sostener la columna vertebral del equipo CAMPEON?

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\nDel equipo que hace tan solo siete meses logró al título solo quedan 5 titulares: Julio Barraza, Víctor López, Marcelo Bustamante, Marcelo Quinteros y Walter Ervitti. ¿Era necesario desprenderse de tantos jugadores claves en tan poco tiempo? ¿No era el objetivo seguir manteniendo un equipo competitivo? ¿No se le había prometido otra cosa a Julio Falcioni? Es obvio que de esta manera, cada vez se está más lejos de asemejarse a los clubes “ejemplo” del fútbol argentino, Vélez y Estudiantes entre otros.

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La sangría comenzó inmediatamente tras la obtención del campeonato, con la salida de su jugador más determinante, Santiago Silva, por el que el club no hizo el esfuerzo a mi juicio necesario para quedarse con el goleador (si bien Ramírez cumplió con creces, la diferencia de jerarquía entre ambos es abismal). Luego siguió con la decisión personal de ponerle fin de su carrera de un referente, adentro y afuera de la cancha: la voz de mando de Sebastián Méndez.

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A ellos se les sumaron en este receso las salidas de un histórico como Cristian Lucchetti (¿cómo es posible que se haya aceptado un préstamo por tan poco dinero y no se haya podido negociar una venta?); del reemplazante del Gallego, Jonathan Maidana (la opción de compra era muy elevada según los directivos); del exquisito volante central Roberto Battión ( se tardó una enormidad en firmar un contrato arreglado de “palabra”, ¿desde cuándo los acuerdos son verbales y no se suscriben?); las ya mencionadas de James y Papelito; sumadas a la ida de un jugador que era el habitual primer recambio en la zona de volantes como Matías Cardaccio y otros contratos que finalizaron de jugadores que para el cuerpo técnico no rindieron (Shaffer y Marchant, entre otros) y otros jugadores que fueron cedidos a préstamo (Laso entre ellos).

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Sin dudas que más allá de cada aporte individual que se extrañará de los que ya no están, lo que se deteriora es la estructura colectiva, ese funcionamiento general que Banfield logró con la sabia conducción de Julio César. Y ahí está la mayor pérdida para este campeonato: por un lado la jerarquía individual y el talento de los que partieron, y además el tiempo de trabajo de un equipo que salía de memoria.

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Esa ventaja que Banfield tenía sobre buena parte de sus competidores ahora ya no la tiene. Es otro equipo, porquela base ya no está. Sí es cierto que queda toda la capacidad de Walter Ervitti, la solvencia de Víctor López en el fondo, y el aporte que puedan hacer los otros tres sobrevivientes del campeón: Barraza, Bustamante y Quinteros. ¿Alcanzará con estos estandartes?

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El resto se podrá ir acoplando o no, entre los que ya formaban parte del plantel y esperaban su chance, los pocos que llegaron y los que necesariamente deberán incorporarse en los próximos días. Podrá surgir un equipo competitivo o no, pero lo que ya se perdió es ese plus que se tenía en relación a otros conjuntos: el tiempo de trabajo de un equipo campeón.

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Además, hay que tener en cuenta en qué estado llegaron las incorporaciones: nadie duda del talento de Marcelo Carrusca, pero viene de jugar poco y nada en Estudiantes; tampoco dudo de la capacidad de Chirola Romero, pero no llega en el pico de su carrera; tampoco dudo del buen juego que puede aportar Ariel Rosada, pero viene de una prolongada inactividad y desde el vamos no tiene la capacidad goleadora que sí tenía Battión. Es decir, son tres jugadores con experiencia y capacidad, pero que no vienen de mucho rodaje en los últimos tiempos, por eso necesitarán partidos y entrenamientos para entrar en ritmo, principalmente Rosada.

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Faltan más incorporaciones. Dinero en las arcas del club existe. ¿Por qué no buscar jugadores de categoría, como sí lo hicieron otros equipos que recibieron plata fresca por alguna venta? Es evidente que faltan delanteros, que falta algún volante para tener recambio, y algún central para pelear el puesto con Dos Santos o ser alternativa de cualquiera de los dos centrales titulares.

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Un párrafo aparte para el conflicto Portell-Ervitti, desatado a partir de los dichos del presidente del club, cuando informó a los medios de comunicación el posible caso de dóping positivo del 10 y de Federico Sardella ante el Inter de Brasil por la Copa Libertadores. Ervitti manifestó su enojó y pidió públicamente a Portell que lo “limpie” ya que no había tomado nada indebido. “He hablado con Carlos y Julio, quienes saben mi inquietud sobre este tema y quiero que el presidente y el médico aclaren la situación y que por sobre todas las cosas me limpien, porque para jugar bien al fútbol yo me entreno", explicó Erviti. Pasaron dos semanas de esa declaración, Portell no hizo hasta ahora ninguna aclaración.

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Lo escribimos seis meses atrás cuando los dirigentes dejaron ir a Santiago Silva, en el editorial ¿Y si cuidamos a los ídolos?(http://www.banfieldmania.com.ar/editorial.htm). El mismo contenido (aunque claro está que en situaciones diferentes) podría aplicarse a la ida de Luchetti y a esta situación incómoda que describió el propio Ervitti.\nMás allá de estas cuestiones, está la confianza intacta en la gran capacidad de Falcioni y su cuerpo técnico para rearmar lo que los dirigentes desarmaron. Esperemos alguna buena novedad en estos días, después de tantas pálidas en este extenso receso. Suplicamos que no haya más sorpresas.

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El último que apague la luz…