Cuando
parecía ser Banfield quien dominaba, Boca recibió la ayuda del árbitro Pablo
Echeverría para marcar el 1 a 0, con una posición adelantada descomunal, de
Wanchope Ávila. El gol le dio tranquilidad al local y desesperación a un
Banfield que perdió el control de la pelota y regaló espacios en el fondo.
Lucho Gómez sobre la línea salvaba la valla y Cambeses se revolcaba tratando de
no recibir más goles. La zona media parecía ser dominada por Boca, Emanuel
Cecchini no participaba del juego ni tampoco la recuperaba. Él sólo conteniendo
a todo Boca, era demasiado. Dátolo apareció con algunas pinceladas y el pibe
Payero no encontró el lugar apropiado en el campo. Lo más peligroso en ofensiva
estuvo con Agustín Urzi quien perdió y ganó en igual medida ante Buffarini. El
tandilense Álvarez no impuso condiciones y Julián Carranza tampoco le ganó su
duelo a los centrales Xeneizes. En el fondo, Corcho Rodríguez volvió a dar
ventajas, los laterales se proyectan bien, pero no se ubican correctamente en
el retroceso, ya sea por ausencia o mal parados en una línea defensiva que
achica muy adelante, regalando sus espaldas. Ocurrió con Defensa y Justicia y
hoy con Boca. El gol de Pavón de contragolpe fue la figurita repetida de los
últimos partidos. Un Banfield jugado en ataque y desguarnecido en el fondo. Festejamos
la presencia de juveniles, hoy Banfield jugó con 11 futbolistas surgido de la
cantera y ese es motivo de orgullo. Sólo falta ordenarlos correctamente y
entender que ante un equipo de tal magnitud ofensiva, quizás sea recomendable
tener un equipo compacto, sin tantos duelos individuales de uno contra uno. El
marco, el rival y la gente, jugaron su papel y a éste equipo Banfield, plagado
de pibes, pareció quedarle muy grande La Bombonera. Resta sólo una fecha para
terminar la Superliga, un torneo de andar irregular de un equipo que sigue
buscando su identidad en medio de tanta irregularidad colectiva. Éste equipo
con tres o cuatro refuerzos de jerarquía, tendrá una gran Superliga en el próximo
semestre.