Clarin.com. Se crió en Mar del Plata y no sabe nadar. Vive en el corazón de Palermo pero no conoce el barrio. En los seis meses que pasó en Cancún tocó la arena dos veces. “No me gusta relacionarme con la gente”.
“Me apasiona jugar al fútbol. Es lo único que debo hacer y lo único que sé hacer. Todo lo que rodea al fútbol me provoca rechazo. Pero a su vez, sos parte, ¿entendés? Es como que te acostumbrás. Vos sabés que podés pasar varios meses sin cobrar, que la gente te puede insultar, o que dicen de vos un montón de cosas que no son ciertas… Ya lo sabés. Yo lo sé. No me gusta. Pero lo sé. ¿Se entiende?”.
-¿Por eso estás pensando si seguís jugando o no?-Es que mi rol en Banfield hace que tenga que cuidar a mis compañeros. Y es difícil aguantar sin cobrar varios meses. Tengo claro que es parte de la situación que vive el fútbol argentino y que también responde a un contexto general que atraviesa al país. Pero a veces agota.-Si un trabajador reclama por sueldos adeudados se ve como algo lógico. En el fútbol, en cambio, el que reclama es tildado de mercenario. ¿Por qué?-Es difícil. A mí me afectó mucho la situación que vivieron los jugadores de Quilmes el año pasado. Sabemos que somos privilegiados pero yo tengo que mirar a la cara a compañeros que tienen muy pocos partidos en Primera. Y no cobran. Los jugadores deberíamos estar más unidos en eso.-Cuando te fuiste de Boca bajaste diez cambios al pasar al fútbol mexicano (al Atlante), ¿por qué enseguida decidiste volver al ruido de Argentina?-Porque sentía que tenía que volver a Banfield en plenitud. Mi mujer no lo podía entender. Estábamos en Cancún. Imaginate un sábado ideal, con sol y en época de vacaciones. Bueno, Cancún era así pero todos los días. Como hacía tanto calor, nos entrenábamos a las 7 de la mañana, así que a las 9 ya estaba libre. O sea que cuando todos se levantaban yo ya había terminado de trabajar, con la playa ahí abajo, a un par de metros. Tenía un contrato de tres años y ganaba en dólares. Pero a los dos meses ya estaba hablando con Eduardo (Spinosa, el presidente de Banfield) para volver. Mi mujer me decía “¿estás seguro? Mirá lo que es esto”.-Suena un poco masoquista.-Le dije una frase que no me la olvido más: “Vero, mi amor, este lugar es ideal para los surfer, pero yo no soy surfer, soy jugador de fútbol”.-Entonces ya no le sorprende encontrarte viendo a Iniesta a las 3 de la mañana.-Es mi trabajo. Por ejemplo, a la tarde cuando me voy a descansar ella me dice: “¿te vas a dormir la siesta?”. No, me voy a trabajar. El descanso es una parte del fútbol. Como la alimentación. Eso lo aprendí de grande. Cuando era chico comía papas fritas con huevo frito, pero ahora ya no puedo. Amo el fútbol. Y hay que estar preparado. Otra cosa: yo preparo los partidos antes de jugarlos.-¿Cómo es eso?-Claro, miro jugadas de otros partidos y después las copio. A veces escucho que ustedes (los periodistas) dicen “qué inteligente, Erviti” y me río. ¡No! Yo no soy inteligente, yo copio todo. Yo en el fútbol hago copy-paste. Veo jugadas en la semana y después las imito en la cancha. Miro contra quién jugamos… Suponete, Newell’s. Juega con doble cinco y otros tres volantes sueltos, más ofensivos. A los 5 no les gusta ir a los costados, entonces voy por ahí. Me tiro a la derecha y salimos jugando de abajo. La lleva Bettini y le sale Maxi Rodríguez. Se acerca para tocar Sperdutti y lo va a marcar el lateral izquierdo de ellos. Listo. Ya está: yo me pongo atrás. Sin marca. No me siguen. Mi tarea es esa: ver en la semana en qué lugar de la cancha me tengo que ubicar para lastimar al rival.-Para eso hay que ser inteligente, me parece.-¡No! Hay que copiarlo nada más. Inteligentes son Iniesta o Riquelme o Verón… Les sale naturalmente. Lo mío es copy-paste. Igual, ojo: si tenés el pie de oro pero caca en la cabeza no podés jugar al fútbol. Pero pareciera que ustedes van a la cancha con un anotador y al lado de Erviti ya ponen “jugó bien”. Y con otros jugadores pasa lo contrario: los matan siempre. Si salen jugando porque salen jugando; si la revientan porque la revientan.-¿Cuánto tarda un futbolista en darse cuenta si un técnico está vendiendo humo?-Nada, 10 minutos.-¿Y cuánto tardan en hacerle la cama?-Eso no existe. Bah, a mí no me pasó. No es que te juntás en una pieza y arreglás para echar a un técnico. Pero si no logra convencerte, no das el plus que necesitás. Hay momentos en los partidos y en los torneos, en los que el jugador tiene que dar algo más. Si el técnico no te convence, vos no lo das. Es así de simple.-¿Qué opinás de la decisión de los jugadores de la Selección de no hablar más con la prensa?-Mirá, con mi hijo fuimos a ver la Copa América a Estados Unidos. ¿Sabés todo lo que dejan esos tipos para venir a jugar a la Selección? ¿Sabés lo profesionales que son? Y tienen que bancar que los critiquen por cosas que no tienen nada que ver con el fútbol. Esto también es culpa de ustedes, eh. Los periodistas salieron a acusar a uno solo, pero no fue uno solo, fueron varios, eh. Y se lavaron las manos. ¡Cómo van a decirle muerto a un tipo como Lavezzi que viene de jugar en el PSG! En el fútbol argentino lo vivimos a diario. Tenés que bancarte que cualquier periodista diga que sos un muerto. O que un relator partidario diga al aire que vos no tendrías que cobrar tu sueldo. ¿Por qué hay que soportar esto? ¿Eh? Cuando pasó lo de la Selección hablé con un par de colegas y les dije: “Acá hay que hacer lo mismo”. Pero ojo, sin generalizar. Si “Juancito” critica con mala intención al 10 de Lanús, listo, nos juntamos todos y no hablamos más con “Juancito”. ¡Pero no hablamos más! Ninguno. Ahí volvemos al tema del principio, a los jugadores nos falta estar más unidos.