La consagración de la hipocresía
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Vergonzoso. Lamentable. Bochornoso. Tristísimo. Así fue el cruce mediático y la posterior “reconciliación” entre el Presidente de Banfield, Carlos Portell, y el técnico de la institución, Carlos Leeb. Después del fuerte cruce de acusaciones, después de haberse sentido “despedido de palabra” por casi diez días, el “Gato” volvió a ser funcional a su “segundo padre”, y ambos se estrecharon en un abrazo como símbolo del reencuentro. ¿Aquí no ha pasado nada? ¿Alguien cree que volvió la paz a Banfield, como señalaron los dos protagonistas del escándalo que rodeó al club en estos días? Con la “salomónica” resolución del conflicto, ambos consagraron el reino de la hipocresía.
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Creer que después de todo lo que pasó no hay heridas sería una lectura equivocada. Considerar que los protagonistas no pagarán un costo por su accionar, en el que antepusieron claramente sus intereses personales a los del club, sería una tremenda equivocación. Pensar que todo volverá a ser como antes (si es que alguien supusiera que ese antes era ideal para la institución…), sería creer que “la vida es color de rosa”. Comparar una discusión como la que existió y se prolongó por tanto tiempo a través de los medios, con una discusión de “familia”, como ambos protagonistas sostuvieron, sería creer en “Papá Noel” y “Los Reyes Magos”…
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Cargar las tintas y las responsabilidades de tamaño escándalo solamente en Portell y su Mesa Directiva, tan desacreditada y alejada de la gente en los últimos tiempos, sería no ser justo y sincero con la otra parte del conflicto: el “Gato”Leeb mostró otra cara, muy distante de aquella que está metida en el corazón de los hinchas, y él también, seguramente, pagará un costo por su actitud sigzagueante, cambiante, contradictoria.
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Algo está claro: los dirigentes de peso en Banfield, así como muchos hinchas, creían que el “Gato” había cumplido su ciclo como técnico y así se lo hicieron saber. También es notorio que si Leeb hubiera estado convencido de seguir al frente del plantel no se hubiera sentado a negociar con los dirigentes la rescinción del contrato, exigiendo que lo despidan, para no perder sus derechos económicos. En algo coincidían las partes involucradas, sino no hubieran estado frente a frente arreglando cifras para terminar con el vínculo. ¿Cómo se vuelve de esta situación? Imposible, solo con hipocresía.
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El “Gato”, dentro de su raid mediático, por primera vez en su rol de DT mostró ante la gente una actitud de enfrentamiento ante la dirigencia. Acostumbrados a observar a un técnico pasivo y funcional con la directiva, no dejaba de llamar la atención. ¿Hasta dónde llegaron sus convicciones? ¿Qué se estaría diciendo de la actitud de Leeb-persona, sentado a negociar su rescinción y luego aferrado al cargo al no llegar a un acuerdo, si el involucrado hubiera sido, por ejemplo, Julio Falcioni? ¿Alguien cree que continúa en su cargo porque se convenció que en realidad Portell no le había quitado el apoyo?
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Leeb no tuvo la convicción para mantener sus dichos, y si realmente se sintió “despedido de palabra”, es inentendible que hoy siga siendo el técnico del “Taladro”. Insisto, ¿cómo es posible que se haya sentado a negociar su desvinculación y horas después se pliegue al “todo pasa”?
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Claro que es difícil imaginar muestras masivas de rechazo a la continuidad del entrenador, dado su idolotría por su recordado y reconocido pasado como futbolista. En el boca a boca, en las manifestaciones a los medios de comunicación, la figura de Leeb no goza desde hace tiempo con la simpatía de numerosos simpatizantes. Que el “Gato” piense que tiene un apoyo masivo a su trabajo como DT, porque el equipo recibió en varias ocasiones aplusos a pesar de los resultados adversos, tampoco se compatibiliza con la realidad. ¿Ante el hincha no creen que hay un Leeb debilitado por su actitud?
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Por el lado de la dirigencia, una sola especulación política (cuál exactamente no la se) puede buscarse como explicación para la vuelta atrás con una decisión tomada y comunicada al técnico. ¿Habrán pensado que los insultos se acrecentarían si se despedía a Leeb? Lo que a las claras Portell y compañía no mostraron es firmeza para mantener una postura, ni autoridad ante un técnico que en varias ocasiones les faltó el respeto públicamente.
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Después de haber reconocido públicamente que un dirigente se sentó a conversar con Leeb para rescindir el contrato, después de divulgar mediáticamente las exigencias económicas del entrenador para desvincularse del club, después de haber insistido en el “desequilibrio emocional” y en la inexperiencia del “Gato”, Portell dio marcha atrás, desmintió haberle quitado el apoyo a Leeb y ratificó su continuidad.
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¿Se imagina una situación así en algún otro club de Primera División del país? ¿Es de un club serio un culebrón como el protagonizado por Portell y Leeb? ¿Alquien cree firmemente que el “Gato” seguirá siendo el técnico de Banfield el año próximo? ¿O su continuidad dependerá de los resultados que el equipo obtenga de aquí en adelante?
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Es notorio que Portell no vive por estos días un romance con el hincha, y a esta altura de las circunstancias, resulta evidente que no hizo una lectura y un análisis correcto de las elecciones del año pasado, cuando en el momento de mayor éxito deportivo del club y encabezando una lista con las Agrupaciones políticas que históricamente manejaron a Banfield, perdió la minoría ante una novel Agrupación. Cuestionado por las ventas constantes de los últimos años, por las cifras que tanto variaron en el tiempo en torno a la construcción de las plateas, por el desmantelamiento que las últimas temporadas se hizo del plantel profesional, con un equipo que quedó eliminado de la Sudamericana en primera vuelta y que ocupa los últimos lugares en el Apertura, con los insultos que se multiplican partido a partido (a pesar de la música del Florencio Sola y de la masiva presencia policial de cara a las tribunas), la realidad muestra a un presidente cada día más alejado de los hinchas con sus actitudes y decisiones.
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El hincha dará sus respuestas a este bochornoso lugar en el que pusieron al club dos de sus principales protagonistas, un lugar al que jamás se debió haber llegado, y del cual los actores principales decidieron salir solamente con hipocresía.